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El programa sanitario de este gobierno

Corrientes, una de las provincias más pobres del país y con los peores índices sanitarios, es azotada en este momento por la tercera ola de la pandemia Covid-19, a la que viene resistiendo con el esfuerzo de los trabajadores de la salud que, incansablemente, sostienen desde hace más de veinte años un sistema sanitario deficiente.

Es por todos sabido -y casi naturalizado- que en el interior de la provincia se han inaugurado estructuras sanitarias con escasos recursos humanos (en algunos lugares, incluso sin ellos). Éste no es un dato menor, y determina una práctica por lo demás habitual: el desfile cotidiano de ambulancias que acarrean pacientes a la capital, donde hospitales y centros de salud deben dispensar atención adecuada para cada caso, ante la imposibilidad de responder de manera idónea y eficiente en las localidades de origen. La descentralización de la atención no es más que una ilusión, cuyo velo cae tan pronto como surge la necesidad de una respuesta médica especializada.

Aclaremos que esto no se debe al Covid, sino que constituye desde hace años el programa sanitario de este gobierno.

El panorama sumamente grave no tiene que ver solamente con la pandemia, sino también con reclamos crecientes y sostenidos de los ciudadanos. La falta de condiciones para una vida digna es un hilo conductor que atraviesa de manera transversal diversos reclamos que nacen del seno de la población, como la falta de agua potable y/o de energía eléctrica, o la emergencia climática que nos flagela junto a los focos de incendio en diferentes partes de nuestra provincia. Muchos de estos reclamos son reclamos silenciosos, en tanto son silenciados para el grueso de los correntinos. Es información a la que no tenemos acceso, noticias que no son noticia, en tanto nos son vedadas a nivel local. En el mejor de los casos, sólo podemos tomar contacto con estas realidades a partir de los medios nacionales, que visibilizan problemáticas que vemos ajenas, aun cuando estuviéramos transitándolas en primera persona.

Profundamente interpelada y con preocupación por la salud de los correntinos, me veo movilizada a poner en interlocución éstas reflexiones, invitando a pensar que, al hablar de salud, no apelamos a un concepto teórico, vacío, sin cuerpo, que alude solo a la falta de enfermedad –como a veces se escucha de boca de nuestros funcionarios que bien saben de adornar discursos con promesas vanas que no se hacen luego carne en la práctica -; la salud responde a un estado de bienestar biopsicosocial y no puede pensarse sino de manera colectiva, con políticas públicas que puedan garantizarla.

Este es un llamado a la reflexión para todos aquellos funcionarios que tienen la responsabilidad de que, en esta etapa de la pandemia, los profesionales de la salud estén extenuados, exhaustos, después de dos años de total dedicación y asistencia sin descanso a los pacientes.

Todos los días escuchamos de cerca datos como el número de infectados, dados de altas y muertos. Cifras, no obstante, que no terminan de reflejar por entero la gravedad de la situación, a la que tal vez nos acercaríamos si se lograra discriminar con mayor precisión entre los infectados. Por ejemplo, cuántos de estos responden al personal de Salud. El panorama sería otro.

Hemos sufrido pérdidas irreparables dentro de los trabajadores de la salud. Otros tantos están aislados y/o enfermos –algunos, incluso, sufriendo padecimientos invisibilidades, aunque no por ello menos cruentos, como los que afectan a la salud mental-. Existen servicios e instituciones trabajando con menos de la mitad del recurso humano, tanto en el sistema público como el privado; el Hospital de Niños, sin ir más lejos, referente a nivel provincial, actualmente se encuentra con alta demanda y pocos profesionales para dar respuesta; el interior de la provincia, sin recursos humanos disponibles, con hospitales devastados y sus estructuras vacías, sin médicos.

CORRIENTES CHAMIGO es una provincia cuyas políticas públicas, en materia de salud no pueden cobijar las necesidades básicas de los ciudadanos.

Frente a este panorama oscuro, vemos cómo los funcionarios con responsabilidades que regalan entradas para asistir al Festival de Chamamé, bajo la idea que el contagio es menor en espacios abiertos y la cepa menos mortal, pero… ¿quién piensa en los trabajadores de la salud y la incapacidad del sistema sanitario?, ¿quién piensa en los profesionales enfermos, muertos?

¿Saben los correntinos que están en riesgo de no ser atendidos? ¿Saben que hay instituciones que ya no cuentan con médicos de guardia activa? ¿Qué hay terapias con solamente dos o cuatro médicos de guardia para toda la semana?

Estamos siendo distraídos con chamamé y carnaval, mientras los profesionales de la salud son exigidos como si fueran parte de una infraestructura eficiente, aprovechándose del juramento que oportunamente hicieron y de la elección de la profesión. ¿Cuánto más vamos a permitir esta situación, sin tener en cuenta que, los trabajadores de la salud, tienen familias que atender, que enferman como cualquiera de nosotros, que se agotan, que han perdido familiares, que ya no pueden más, que tienen derecho al descanso?

Protejamos la salud de todos los correntinos. Y cuando digo todos, hablo también de los profesionales de la salud. De lo contrario, no habrá salud posible.-

ESPACIO CULTURAL

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Las notas publicadas son colaboraciones ad-honorem. Propiedad intelectual en trámite. Los artículos firmados son responsabilidad del autor y no representan la línea editorial de la publicación. Se pueden reproducir citando la fuente. 

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