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SUPERBRADEN ATACA DE NUEVO – EL LIBRO AZUL

Roberto Levillier era un ex diplomático argentino, bradenista de la primera hora, que le escribía al superhéroe, ahora Secretario Adjunto de Asuntos Latinoamericanos, desesperadas cartas en las que le informaba sobre la gravísima situación argentina. El 31 de diciembre del 45, la amenaza que se cernía sobre nuestra pobre patria era el aguinaldo “que de ser llevado a cabo, contra la voluntad del pueblo, provocará la ruina de la industria”. Le contaba que sus amigos democráticos estaban acongojados frente a las negras perspectivas que se abrían si llegara a triunfar Perón. Le señalaba que los nazis refugiados en la Argentina podían llegar a fabricar la bomba atómica y sugería que se aplicara “una acción unilateral para impedir tan terrible tragedia”. Se trataba “de guerra o paz. Para los nazis, la Argentina sería tan sólo un trampolín cómodo, bien situado, a utilizar para saltar y retornar victoriosamente a Europa”. El tipo deliraba a lo supertilingo, pero parte de lo que aconsejaba fue tenido en cuenta por Superbraden: “hacer una amplia investigación en la Argentina y denunciar a todos los militares y funcionarios del gobierno que hubieran estado vinculados a los nazis, en una publicación del Departamento de Estado”.

Entre diciembre y enero el delirio se había propagado entre la tilingería opositora. Se daba como posible una intervención armada de Estados Unidos en la Argentina, que habría de liquidar rápida y eficazmente el régimen de Farrell. Le juro al lector de LIBERACION que no estoy macaneando cuando cito a Luna: “Había mucha gente de la oposición que en enero de 1946 soñaba con un desembarco de gallardos marines para salvarnos de las garras nazis”. Alguien en el gobierno norteamericano era lo suficientemente cuerdo como para descartar semejante intervención. Alguien en la oposición argentina, como el radical Ricardo Rojas, declaró que “era una vergüenza la insinuación en tal sentido”.

A principios de enero, a 50 días de las elecciones, las versiones decían que el Departamento de Estado poseía “documentos irrefutables” que demostraban la connivencia del régimen argentino con el nazismo durante la guerra. Lo que se concretó fue un mamotreto titulado “Consulta entre las repúblicas americanas respecto de la situación argentina” que pasó a la historia como “El Libro Azul”. Le fue entregado a todos los embajadores de países latinoamericanos residentes en la Argentina, invitándolos a considerar el mamotreto como base de diálogo entre países americanos acerca de qué hacer con la Argentina. Como el lector se imaginará, los países americanos convocados se hicieron olímpicamente los tatúes.

En cambio, en la Argentina, el “Libro Azul” cayó como una gigantesca bomba, a pedir de boca de la oposición y de los diarios opositores. Dos días después de la proclamación de la fórmula Tamburini-Mosca, La Nación se abrió de páginas por varios días resumiendo los párrafos más sensacionales, aclarando que el Informe “no estaba inspirado en un ataque al país ni al pueblo argentino”. Laurencena, presidente de la UCR, declaró que “El Libro Azul no sólo no es una injerencia en nuestra política, sino que es un gesto amistoso y lleno de consideración para el pueblo argentino”. La Unión Democrática hizo suyas cada una de las 130 páginas del “Libro…” y agregó su propio capítulo, concluyendo que “Perón… es el representante más típico del nazifascismo en la Argentina… un peligro de guerra en el continente”. El pueblo se iba a pronunciar al respecto 50 días después, con su voto.

Pero vamos al “Libro…”. Cito fragmentos: “2) Dirigentes nazis, actuando a través de distintos grupos y organizaciones, colaboraron con grupos totalitarios argentinos, con el propósito de crear un Estado nazifascista. 3) Miembros del gobierno militar surgido en junio de 1943, han conspirado para socavar a gobiernos vecinos con el propósito de deteriorar a las naciones aliadas. 4) …han intentado, en colaboración con grupos nazis, crear un Estado totalitario en el hemisferio americano. Objetivo que han cumplido en parte.” En distintos capítulos acusa a dirigentes del gobierno de Castillo, al presidente Farrell, a Perón, a todos los miembros del GOU; y sigue una larga lista de nombres, diarios como “La Época” y “Democracia” y revistas varias. Terminaba dando su versión de lo que fue el 17 de Octubre: “El ejemplo más espectacular de los métodos de fuerza se produjo el 17 de octubre de 1945, cuando la Confederación General del Trabajo, con apoyo de la policía, impuso en toda la nación, la huelga general en apoyo a Perón. Los trabajadores se hallaron aterrorizados y se cerraron todos los negocios por la intimidación a mano armada. Las fábricas fueron asaltadas mientras la policía protegía a los manifestantes. Los testimonios sobre este asunto son abrumadores”. Y terminaba con un breve párrafo: “El gobierno de los Estados Unidos espera de los demás gobiernos de las demás repúblicas sus opiniones basadas en estas premisas”. Si se los invitaba a opinar en base a semejantes premisas, era lógico que los gobiernos invitados a opinar se hicieran los tatúes.

Perón ni se molestó en responder nada a semejante informe. Muchos personajes mencionados en él publicaron solicitadas limpiando sus nombres. Se publicó de inmediato un “libro Azul y Blanco” para desmentirlo. Perón apenas se burló de Braden: declaró a un diario carioca que, si ganaba por los dos tercios de los votos, uno de ellos se los había regalado Braden.

Lo que sí vale la pena reproducir es la respuesta de los sindicalistas de la CGT, que venían de ganar la batalla por el aguinaldo. Recordemos que, la mayoría de ellos, habían sido socialistas o anarquistas hasta hacía muy poco tiempo. Comenzaron por recordar su pasado: “nosotros ya éramos democráticos cuando los EEUU se dedicaban… Con sus garras y tentáculos imperialistas a ensangrentar las tierras de nuestros hermanos de Panamá, Méjico, Cuba, Puerto Rico, Nicaragua y Venezuela”. “Fuimos y somos antifascistas y antitotalitarios y por eso luchamos denodadamente contra Hitler y Mussolini. Fuimos democráticos cuando el capitalismo internacional creaba en Italia su último baluarte, el fascismo”. “Eramos ya antifascistas cuando ese mismo capitalismo aplastó a la moderada y democrática república de Weimar, cuyo pueblo se debatía en la miseria más espantosa, porque se le imponía el peso de la deuda de una guerra que no provocara. Fuimos profundamente democráticos cuando el pueblo español luchó valientemente contra la oligarquía interna y la invasión nazifascista. Documentado está nuestro esfuerzo en favor de la España republicana… mientras ellos, los de Wall Street y sus personeros tipo Braden, creaban el aparato de la no intervención, con lo que dejaron indefenso a todo un pueblo que, como el nuestro ahora, sólo buscaba guiar su propio destino”. “… Pero que se sepa que nada podrán los lockout patronales, las solicitadas de las fuerzas vivas, los cheques de la Unión Industrial ni los libros azules o verdes del Imperialista Braden. Estamos firme en la lucha y triunfaremos porque somos la fuerza impulsora de una revolución que es del pueblo”. –

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Las notas publicadas son colaboraciones ad-honorem. Propiedad intelectual en trámite. Los artículos firmados son responsabilidad del autor y no representan la línea editorial de la publicación. Se pueden reproducir citando la fuente. 

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