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LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS FUE POLÍTICA

Reproponer la función social de la propiedad.

“El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica.”

Encíclica Fratelli Tutti,octubre 2020. Francisco I

La encarnación misma es de por sí, el mayor testimonio de la politicidad del cristianismo. A Jesús lo crucificaron bajo la legislación romana, los propios judíos, con una carátula que nada tenía que ver con las sinagogas: “Rey de los judíos” reza el cartel (titulus) clavado en la parte superior de la cruz. En tres idiomas, como para que se entere todo el mundo. Y bien visible, sobre la cabeza del condenado, en la cima de un monte, como publicidad mediática ejemplar antisubversiva.

La pretensión de ser rey en territorio del imperio era un delito político para los romanos. No lo condenaron por pretender ser rabino o por tal o cual interpretación de la Torá. Lo crucificaron a la vista de todos, por razones de poder (tanto romanas cuanto israelíes). Cuando le cuestionaron los propios sacerdotes judíos la colocación de esa carátula o “títulus” como decían los romanos de ayer, Poncio Pilatos insistió que debía ser así (“lo escrito, escrito está”).

Y los romanos no eran laicos; tampoco los judíos que propiciaron su crucificción. Ambos eran religiosos que entendían de manera muy distinta aquella enseñanza del maestro, de “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Para los romanos, como para la guardia pretoriana tanto antigua como contemporánea, el que manda adquiere un aurea sagrada y no tolera desobediencias tributarias; y para Cristo, y por ende para los cristianos Dios es el de la pascua, que había liberado a los judíos de la esclavitud de los egipcios.

Nada nuevo; el poder sacraliza la política imperial, y el pueblo encarna el mandato divino de liberación.

Hoy, un alfil de la guardia pretoriana imperial contemporánea en nuestro país nos viene a decir en el diario La Nación (su tribuna de doctrina de la seguridad del dios mercado internacional) que el Papa no debe meterse en política.([1]) Que pontificar sobre la propiedad privada como un derecho secundario con respecto al bien universal común, era meterse en política, ámbito reservado para los laicos. Agregando que las “interferencias religiosas” como las del Sumo Pontífice “son graves y no son casuales”. Agregando, como para reforzar su razonamiento que hay “dos grandes elementos productores de pobres en la Argentina: la Iglesia Católica y el peronismo”. Y que estaba preparando un libro que se iba a llamar El Papa peronista y la fábrica de pobres.

Debemos recordarle al tribuno del dios mercado que ya Moisés interfirió religiosamente ante los egipcios. Lo mismo los cristianos ante el imperio romano, reuniéndose en las catacumbas a escondidas del ojo imperial. Y que los mártires en el coliseo morían demonizados por “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Tenían muy claro que el César (la autoridad política esclavista de la época) no era Dios; y que el Dios liberador no era una quimera, sino una posibilidad concreta de vivir mejor. Fue gracias a esa religión encarnada, y bien encarnrada (lo que se dice po-li-ti-za-da) que nuestra civilización occidental pasó del esclavismo al feudalismo. Nada más ni nada menos. Todo un paso adelante. Salvo para el tribuno porteño. Dado que, coherente con su argumentación sobre las interferencias religiosas como máquina de fabricar pobres, podría llegar a considerar que el vasallo feudal habría sido más pobre en derechos que el esclavo.

Y esa Iglesia medieval, que llegó a coronar reyes y reglamentar qué verdades son científicas y cuáles no, (es decir a incidir fuertemente en la política, la economía y la ciencia medieval) llegó a afirmar con Tomás de Aquino, que lo que hoy llamamos plusvalía constituye un “pecado de usura”.

Si, señor tribuno… así como lo lee: lo que entendemos por “interés” o “renta” o “plusvalía” (según cómo la querramos llamar), para los escolásticos era nada más y nada menos que “pe-ca-do” cuando se consideraba un importe que debía recibir en propiedad quien depositaba dinero en calidad de prestamista!

Vayamos a las fuentes. Comprobemos cómo esa manía de meterse en política, en aquello que no debería involucrarse la Iglesia porque corresponde a los mortales laicos dominados por el imperio sagrado de los césares de la historia, no es de una desviación contemporánea de la Iglesia, sino de su propia constitución nacida de la comprensión de una divinidad encarnada. Veamos que dice el Angélico: Bajo el título “El pecado de usura”, después de exponer las razones de quienes no lo consideran tal, responde: “Recibir interés por un préstamo monetario es injusto en sí mismo, porque implica la venta de lo que no existe, con lo que manifiestamente se produce una desigualdad que es contraria a la justicia” ([2]) Y sigue.

Es cierto que muchos prelados de la iglesia también han bautizado las sacralizaciones de la explotación imperial traicionando la buena nueva evangélica, regalando a los césares lo que es de Dios escondiendo sus diabluras. Y posibilitando que desde el socialismo europeo, años después, se acuse a la iglesia de “opio de los pueblos” pues su jerarquía predicaba como voluntad de Dios la enajenación de la dignidad de los trabajadores al ser contratados –o desocupados-, prometiendo a cambio la vida eterna después de su muerte. Pero cuando esa jerarquía eclesial politizaba lo divino a favor de la explotación (de esa apropiación del plus valor o bien de uso adicional o de usura), allí el tribuno porteño de marras no tendría problemas en aceptar esas “interferencias religiosas”. Seguramente las consideraría apropiadas.

Pero la conciencia eclesial, más allá de los pecados que cometían los cristianos, incluidos sus prelados más encumbrados, volvió al ruedo en su doctrina con la encíclica Rerun Norarum, cuando León XIII allá en 1891 habla sí de propiedad privada como derecho natural de todo hombre, pero insiste en el marco conceptual señalado por el Angélico y por los propios evangelios sobre el trabajo humano, indicando que “como los efectos siguen a su causa, así el fruto del trabajo en justicia pertenece a quienes trabajaron”.

El tribuno porteño puede ser que se escandalice por todas las encíclicas de los pontífices que profetizan el dar al césar lo que es del césar y renieguen del rol imperial de las religiones como opio de los pueblos. Porque no solo fue León XIII. También Pio XI, quien insiste en esta “interferencia” en política como la que se le critica al papa argentino. En Cuadragésimo Anno (1931) afirmaba: “De la índole misma individual y social del dominio, de que hemos hablado, se sigue que los hombres deben tener presente en esta materia no sólo su particular utilidad, sino también el bien común”. Pablo VI es mucho más explicito en la Populorum Progresio al afirmar “No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario. En una palabra: «el derecho de la propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común”.

Parece que los papas se pusieron de acuerdo en contradecir al tribuno pro-usura (Tomás dixit). Si bien son más recientes y el propio Francisco los cita, es bueno recordarle al escriba porteño de los césares contemporáneos que esta modalidad de embarrarse en política es propia de los pastores con olor a oveja. Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens afirma: “…el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La tradición cristiana no ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes.” En Sollicitudo Rei Socialis insiste en contradecir a quienes pretenden que la Iglesia se quede en los templos de ladrillos y no en las personas concretas entendidas como templos del espíritu santo: “Es necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava « una hipoteca social »,es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes”. Y en Centésimus annus, Juan Pablo II vuelve a machacar sobre el mismo asunto que Francisco I proclama en el foro internacional de los trabajadores: “El Papa es consciente de que la propiedad privada no es un valor absoluto, por lo cual no deja de proclamar los principios que necesariamente lo complementan, como el del destino universal de los bienes de la tierra”.

De este somero repaso de la doctrina social de la Iglesia podemos concluir o que el referente de la ideología de los Ceos imperiales tiene razón y la iglesia debe convertirse en el opio de los pueblos, y que la doctrina sustentada por los papas es equivocada; o que la doctrina social de la iglesia es por el contrario una buena nueva de la equidad encarnada. Y en nuestro país, como decía el querido padre Mujica, por el peronismo. Ah! Otra cuestión algo difícil de probar para el tribuno en su futuro libro.

Así como le debe costar mucho explicar que el cristianismo debe ser una religión desencarnada, cuando la encarnación es su principal dogma de fe, cuando Cristo fue crucificado por razones políticas, deberá esforzarse demasiado en modificar los índices Gini y todos los indicadores económicos (desocupación, inflación, crecimiento industrial, etc) para comprobar que el peronismo es una máquina de fabricar pobres comparada con el gobierno de los ceos empresariales, profesionales o militares que gobernaron nuestro país.

¿Cómo hará para esconder los elefantes empobrecedores de la década infame, de los golpes de estado, como el de la fusiladora, del onganiato, de los genocidas del proceso, o los índices de gestión del Pro –a la que pertenece el legislador- que prometió “pobreza 0”? Será para alquilar balcones.

Pero, debemos recordar que los escribas y fariseos soliviantaron al pueblo con mentiras mediáticas para que los pobres se olviden de panes, peces y curaciones. Así lo hicieron, más de una vez. Y volvería a ganar las elecciones Barrabás, y nos volverían a crucificar políticamente a Jesús.

Hay que mantener las lámparas encendidas.

[1] https://www.lanacion.com.ar/politica/fernando-iglesias-sobre-las-declaraciones-del-papa-son-interferencias-graves-y-no-casuales-nid17062021/

[2] Tomás de Aquino, Suma teológica – Parte II-IIae – Cuestión 78

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